Camino San Luis

Un portal dedicado a la provincia de San Luis

El autor de Campo Guacho es Polo Godoy Rojo, nacido en San Luis en 1914, en Santa Rosa de  Conlara.
El narrador, poeta y docente rural es un gran observador de la pobreza, la orfandad, el abandono de la tierra, la corrupción del poder, la degradación, las esperanzas y las miserias… aunque también logró plasmar la alegría en esta obra. Su alma sensible fue impresionada por el sufrimiento de los niños y los hombres y las mujeres de campo condicionados por el entorno físico y social en su San Luis natal.
Es la voz de aquellos que han sido desheredados en aras de un falso progreso que convertirá al terruño en la nada misma y que sin embargo nunca abandonarían su lucha por sobrevivir y su resistencia al opresivo sistema que los asfixia.

 

Segunda parte

La vida no es fácil en Campo Guacho. Florián fue enviado por su madre a buscar leña y a pesar de sentirse enfermo cumplió con su deber. Fue entonces cuando encontró a su hermano Pancho en estado desfalleciente, preso de la fiebre. En su delirio, le pidió perdón por haber roto las tres cruces del camino al pelear con Eudosio. Su madre, al enterarse de que se trataba de tifus, lo cuidó con fe y dedicación junto a su hermana Ramona, por largos días, logrando finalmente su mejoría. El médico le indicó ingerir té, caldo colado y agua con poca leche, pues de no seguir sus indicaciones, su vida correría peligro. Ida la fiebre, quiso comer fruta seca, a pesar de tenerlo prohibido. Al dormirse su madre podría cumplir su plan, pero se quedó con las ganas en dos ocasiones, ya que cuando sintió la presencia de un cuerpo tibio a su lado se asustó, y lo atribuyó al efecto de la fiebre. Interrogada su madre por el hecho, le respondió que se trataba de un ángel que había estado a su lado. Mas, aún estando famélico, tomó un puñado de pasas, se llevó un botín de frutas a su cama, continuó comiendo pelones, y escondiendo los carozos dentro del colchón. Así obró durante varios días pues, en su ansiedad, no podía esperar a que el doctor lo autorizara a comer nuevamente frutas. Hasta que finalmente una noche fue sorprendido por su madre, que comprendió todo y desesperada preguntó si había comido algo indebido, pensando que acaso moriría. Llamaron al médico, que acabó autorizándolo a volver a comer normalmente.

Cuando llegaron a su casa luego de casi dos meses, doña Jesús se encontró con novedades. El verano había afectado la cosecha y el río barrió con lo poco que quedaba. Para pagar los gastos médicos, hubo que vender los bueyes, el carro y los novillos. Florián también tenía malas nuevas: Martina se fue del lugar con sus padres, y murió el caballo que heredara de su abuelo, “Flor de Durazno”.

Hasta que, llevada por la situación de extrema pobreza, doña Jesús entregó a sus hijos como peones de estancia. Florián fue dispuesto como encargado de sacar a galopar el caballo del niño del lugar, hijo de gente adinerada. Le gustaban las guitarreadas, y además allí contaba con los consejos del viejo Zenón, que gozaba del privilegio de los patrones. Con él charlaba y recibía parte de la comida especial que la cocinera Sadoquia le daba al viejo por orden de sus patrones. Pero como ella odiaba a Florián y se percató de que el viejo le daba a escondidas parte de su ración especial, muy superior a la del resto de los peones. Así fue que, luego de una discusión violenta, casi es despedido. Sin embargo, consiguió continuar allí. En el verano, apareció en la estancia Luisita, de su edad, bellos ojos verdes y cabello negro, que volvía de estudiar en la ciudad. Se preparó al caballo petiso para que lo monte, pero ella le pidió a Florián que le trajera el zaino. Le propuso encontrarse en el río si así lo deseaba. Y así lo hicieron. Él la esperaba junto al caballo zaino, pero un movimiento lo espantó, y Florián cayó de espaldas. Volvió a su campo, pero algo sobrenatural lo aterrorizó; su tía Eulalia le dijo que eran almas de otro mundo y le enseñó una oración para salir del apuro.

Cierta tarde, Florián y su hermano jugaban a tirotearse con el viejo revolver de su padre, escondido en el aparador, sin cargar. Luego, decidió llevarlo en su cintura para ir a Conlara y cargarlo. Cuando volvió a su casa, dejó el revólver ya cargado en el aparador. Obligado a rezar, no llegó a advertirle a su hermano Pancho que tomó el arma sin saberla cargada: al gatillar, se desmayó del susto.

Luego del incidente fue llevado al campo de su cuñado, “El Chañarcito”, obligado por su madre. Allí advirtió las carencias con que vivían su hermana Tomasa y su familia. Se dedicó a hachar y cargar leña de sol a sol, pero sin paga. Le dolía la miserable vida de su hermana, y la suya propia también. Odiaba ese lugar, pero debía purgar la falta. Su joven y enamoradizo corazón no paraba de latir; ya promete casamiento a María, ya se deslumbra con Rosa. Y así su vida se hizo más llevadera. Se transformó en carrero para realizar fletes en el pueblo por propuesta de su cuñado, cobrando un tercio para él. Así entró en un mundo nuevo, y también se desilusionó de él, mal dormido y mal comido. Recibió la influencia dañina de su cuñado Juan, a quien veía al volver del pueblo en la casa de Cándida, donde dejaba el dinero que nunca llegaba a sus manos ni a las de su hermana. Una noche, Juan lo hizo entrar para que lo ayudara a conquistar a la mujer exagerando sus propiedades y tocando la guitarra. Luego lo envió a buscar una chiva para regalarle a la mujer y Florián obedeció. Al llegar a la casa de su hermana, ella lo sorprendió y le obligó a confesar que su marido estaba con Cándida. Y resuelta, fue a buscar al marido infiel, que se llevó de allí a puros gritos de iluso borracho.

Claudia Ortiz   

Categorías: Cultura, General, San Luis Libro

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