Camino San Luis

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El autor de Campo Guacho es Polo Godoy Rojo, nacido en San Luis en 1914, en Santa Rosa de Conlara. El narrador, poeta y docente rural es un gran observador de la pobreza, la orfandad, el abandono de la tierra, la corrupción del poder, la degradación, las esperanzas y las miserias… aunque también logró plasmar la alegría en esta obra. Su alma sensible fue impresionada por el sufrimiento de los niños y los hombres y las mujeres de campo condicionados por el entorno físico y social en su San Luis natal.

Campo Guacho (sexta parte)

Nuevamente se alejó hacia otro lugar, dejando atrás ese infierno, esta vez en dirección a la casa del tío Blas y sus cuatro hijos. Entre ellos, los quehaceres domésticos los realizaba la pequeña niña con dificultades físicas, ya que su madre había muerto. Florián, compadecido por su agobiante situación, muy distinta a la de sus hermanos, que harapientos y hambrientos vagaban por las calles, consiguió un puesto de remendador de bolsas. Seguía viendo a Ana, pero no la amaba; es más, aún no conseguía olvidar a María. Vivía en medio de la escasez y la violencia, ya que su tío golpeaba a los muchachos y a la pobre niña antes de dormir sus borracheras. Era el duro panorama diario.

Se preguntaba cómo ayudar a la desdichada mocosita, que lloraba y tiritaba con sus pies descalzos, en un cuarto sucio y frío. Cierto domingo, Florián presenció la feroz golpiza que su tío Blas le propinó, y fue más que suficiente para él. Resolvió intervenir para evitar que la paliza continuara, y consoló a la niña prometiéndole que ya no le pegarían más. Y, para darle más esperanza, juró que algún día la llevaría con él. Se alejó de allí y volvió con su madre.

Durante la ausencia de Florián, su madre había envejecido, y al regresar, lloraron juntos por la soledad pasada. Pancho se había casado, la tía Eulalia había muerto, y su amigo Pantas también. No se atrevió a preguntar por María, aunque su amigo Sapito lo puso al tanto de la vida de la joven, que al parecer estaba más linda que antes. Con el relato, sus ganas de verla aumentaron, al igual que su antiguo rencor: quería contemplar el sufrimiento de su antiguo amor. Para su fortuna, se presentó la oportunidad en el baile de “La Quebrada el Jote”. Llegó con el Sapito, mientras la gente se acercaba al lugar. Después de aguardar pacientemente un largo rato, al fin llegó el momento: apareció María con su cara de ángel, lo miró, y él se hizo el desentendido. Los dos bailaron con diferente compañía, hasta que llegó a las manos de Florián una guitarra. Al pulsarla, soltó un verso para María que entonó frente a todos: “Quien bien quiere, tarde olvida aquello que amara tanto; no vale gastar el llanto por una prenda perdida”. Al oírlo, María se desmayó. Y al rato, ya repuesta, quiso hablarle. Pero él, cegado por su amor propio, se negó y emprendió la retirada.

Claudia Ortiz

Categorías: Cultura, General, San Luis Libro

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