Su autora, Berta Elena Battini de Vidal, lingüista, filóloga y etnógrafa nacida en San Luis, compiló diversos relatos de lugareños que todo lector puede disfrutar. Estas narraciones populares, por su propia naturaleza, incluyen expresiones y giros típicos de la región cuyana. Merced a la comunicación directa con el hombre de pueblo, la autora tomó conocimiento de las creencias religiosas, los rituales, los mitos, las supersticiones, y al cabo, las costumbres que componen la “cultura campesina” de la zona. A esa cultura rinde homenaje la obra, verdadero fruto de la transmisión oral. Con el marco de ensueño de la geografía zonal, las leyendas presentan varias versiones con detalles particulares, pero de temática común.
Primer capítulo:
“La pisada del gigante”, relatado de Marcelina G. de Olmos, de 60 años – San Francisco, Ayacucho, San Luis, 1939: según la sabiduría popular, existe a la salida del pueblo de San Francisco, la huella de una enorme pisada que se atribuye al pie de un gigante. Esa pisada quedó marcada en la piedra, ya que en el principio del mundo las piedras eran blandas y la zona estaba habitada por gigantes.
Ejemplo de distintas versiones de una misma leyenda, sobre un niño convertido en piedra, son las siguientes narraciones incluidas en la compilación: “El niño de piedra de la Cuesta del Viento” (relatado por Mercedes Torres, de 90 años – Jáchal, San Juan): En Cuesta del Viento vivían hace muchos años, una pobre mujer con sus cinco hijos. Al no tener para comer más que un “maicito”, los “puchuscos” (pequeños) lloraban de hambre. Entonces, su madre decidió hacer “cocho” (maíz tostado) en la olla, para tostarlo en la “callana” (vasija). Luego, envió al hijo mayor a la playa del río Jáchal para buscar más arena, pues se había acabado. El muchacho, desobediente y contestatario, se negó a ir, por lo que su madre lo maldijo pegándole con una caña. En ese momento, un viento lo transportó a lo alto del cerro, donde Dios lo castigó y lo convirtió en piedra. A partir de ese momento, comenzó a soplar el viento Zonda, fuerte, caliente y sofocante, todos los días a la misma hora en que la madre “lo maldeció”. De allí que el lugar reciba el nombre de “Cuesta del Viento”, cuna del niño de piedra.
Claudia Ortiz