La agrupación Teatro Concertado exhibió la historia de una abogada y su madre, quienes pasan una noche de insomnio a causa de los recuerdos sobre las vivencias de su familia, tanto en el genocidio armenio como en la última dictadura militar argentina.
Teatro Concertado es una unión del Grupo Gente de Teatro y el Teatro Universitario de San Luis, quienes se presentaron en el Ciclo Cultural de Terrazas del Portezuelo, con la obra “Un mismo árbol verde” de Claudia Piñeiro y dirección de Marcelo Di Gennaro y Raúl Martínez. La pieza teatral tuvo como interpretes a Fernanda Schwindt (Silvia) y Graciela Martínez (Dora).
La historia narra la noche en la cual una madre (Dora) y su hija (Silvia), descendientes de armenios, que residen en Buenos Aires, alternan el diálogo entre su actualidad y sus recuerdos.
Silvia, abogada, está en vela en el comedor de la casa, a causa de que al día siguiente debe presentar su demanda ante un Juzgado argentino, en cuya exposición reclamará al Estado nacional que reconozca y exija a Turquía que dé información sobre el genocidio armenio, sucedido en 1915. En esta preparación, la profesional tiene muchos diálogos internos donde analiza cuestiones epistemológicas, sociológicas y hasta psicológicas. Otro aspecto que destaca a este personaje es que, a pesar de ser muy optimista, le reclama mucho a su madre por cariño.
El título de la pieza teatral aparece en un pensamiento de Silvia, cuando recuerda una vez que paseaba con su madre en su infancia y ella miraba un árbol verde y rememoraba aquél que veía de joven, cuestionándose si sería el mismo árbol verde de la época a la que se refiere la relatora. De esa disyuntiva se desprende una frase que retumbó en cada uno de los asistentes a la obra: “La justicia y la verdad que yo veo, ¿serán el mismo árbol verde que el juez verá?”.
Tras una noche donde los personajes monologan y dialogan, en el comienzo del día se vive una de las escenas más emocionantes de la pieza teatral. Dora toma su collar, elaborado con una piedra traída de la casa de su madre en Turquía y que ella quería dárselo a Anush, rompe la barrera de la apatía emocional y se lo pone a Silvia, quien se va al Juzgado envuelta en lágrimas.
El final de la obra esta climatizada con una canción Armenia, Dora espera sentada en un sillón a su hija, quien llega y le dice que la Justicia argentina reconoció el genocidio armenio. Esto produjo la emoción y el aplauso de pie de todos los presentes en el Salón Blanco.
“Con todo el grupo nos sentimos muy emocionados. Para nosotros es muy importante poner una idea para que el ser humano mejore día a día”, dijo una finalizada la pieza el director Raúl Martínez, mientras que Graciela Martínez (Dora) manifestó: “Fue una función muy emotiva, con un público muy conmovedor, ha sido un momento mágico como cada una de las presentaciones de esta obra”.
El Ciclo Cultural, que tiene sus episodios los martes, jueves y viernes, siempre con entrada libre y gratuita.